Ojiva es una poesía de veintiuna estrofas del poeta venezolano Néstor Mendoza. De manera certera, está organizada de forma decreciente. El lector tiene la sensación de que lo halan hacia abajo; simultáneamente se compenetra con la lectura. Es una poesía introspectiva en la que uno puede verse identificado.
En cada estrofa, es posible reconocer las calles, las personas en que se inspiró el autor, a las que no conocemos, pero que a fin de cuentas pueden estar en cualquier parte. Es posible sentir la cotidianidad de unas calles convulsas. Pocas palabras le bastan a Néstor Mendoza para definir, con cierta ternura, a los personajes sobre los que escribe. Las anécdotas individuales pasan a ser la historia del colectivo, de una sociedad que incrédula ve aproximarse de forma lenta su propia destrucción. Como bien lo señala el autor:
“…La ojiva se movía
con diversos ritmos; al horror
hay que darle su tiempo:
debe durar o hacerse sentir
con fuerza.”
Ojiva, es una historia de vida y muerte, de impasibilidad y de lucha, de amor y desprendimiento, de viajes sin retornos, de desarraigos. Entre las definiciones de ojiva está la de parte delantera de un misil. Este concepto es aplicable en este poema, donde el autor, aprovecha el recurso literario para describir la ojiva en forma de un huevo, que no se sabe si contiene líquido o metal. Pero en todo caso, ese proyectil que no es otra cosa que la realidad que nos circunda nos estalla en la cara. El poema está escrito de tal forma, que el autor nos hace partícipe de la situación. El lector se sumerge en la desesperanzadora rutina por la más elemental supervivencia.
En medio del caos, siempre hay quienes esperan de ese misil, o de cualquier otro, una luz de optimismo que no los ciegue a tal extremo, que amenace la propia existencia. Cuando ya nada quede, entonces, la cal blanca, tapará todo.
Ojiva, es sentir el vértigo de quien se lanza al vacío desde lo alto de un acantilado.
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