Padres que pierden a sus hijos, hijos que pierden a sus padres, hombres que pierden a sus mujeres, tragedias que nos arrebatan a nuestros seres queridos; esos son los hechos en que se basa Emmanuel Carrère para hablarnos de las distintas formas de vivir los duelos en su novela De vidas ajenas (Anagrama, 2020). Una tragedia natural y la muerte, una enfermedad terminal y la muerte. La vida y la muerte: frente a frente, cara a cara. Así es esta obra.

El lector puede distinguir tres partes en la novela. Al inicio unos padres pierden a su pequeña hija en Sri Lanka producto de un desastre natural, un tsunami que arrasa con todo. Describir una situación como esta es compleja, porque se corre el riesgo de no transmitir todas las emociones que un suceso de esta magnitud puede tener entre quienes lo sufren. En estas circunstancias, es muy complicado conseguir las palabras adecuadas, por lo que hay escenas que lucen superficiales en relación con lo ocurrido, sobre todo con lo abrupto de la situación. No es lo mismo estar de turistas que quienes viven en el lugar de la tragedia. El drama para unos y otros es distinto.

En otra parte de la narración aparecen, entre otros, los personajes de Étienne y Juliette, ambos jueces, quienes a lo largo de su vida han sufrido una penosa enfermedad que les dejó como secuela una discapacidad. En medio de este drama se plantean aspectos relacionados con el ejercicio de la abogacía y las injusticias a las que se ven sometidas numerosas familias con créditos engañosos por parte de instituciones financieras inescrupulosas, una dura realidad para muchas personas. Étienne y Juliette luchan para intentar reparar estos abusos y aquí conseguimos párrafos muy teóricos que por momentos nos alejan del mundo novelesco. Hay una narración fría en la que Emmanuel Carrèrre parece estar a kilómetros de distancia de sus personajes, lo que cambia según avanzamos en la lectura; entonces, nos conseguirnos con escenas emotivas en las que el dolor es suavizado por la ternura y el amor.

De vidas ajenas  agarra fuerza hacia el final. Queda la sensación de que faltan unas bisagras que cohesionen las historias de los personajes, en especial con el episodio de Sri Lanka, de lo contrario, parece que entre el inicio y el resto de la novela hay un océano de páginas vacías.  

Este libro se basa en el dolor de la pérdida, en la elaboración del duelo, en la disposición de luchar y de continuar hacia adelante. Étianne y Juliette son dos personajes a quienes su discapacidad no les impide vivir, amar y bregar por lo que consideran justo.  


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