De Desconocidas todo lo que se puede decir es bueno. Mimi Lazo, Verónica Oddó y Nina Rancel se destacan por sus actuaciones bajo la dirección de Luis Fernández. Esto es posible gracias a la sólida historia escrita por Mónica Montañés, un nombre que es sinónimo de éxito y este largometraje es una prueba más de esa fama bien ganada. El espectador no puede perder detalle porque a través de ellos descubrirá la mano que guía la pluma de la escritora y dramaturga caraqueña. Esta película trata mucho más que de inmigración.

La emigración es el argumento alrededor del cual Mónica Montañés va tejiendo una trama densa. Pero lo hace de una forma sutil, con un aire de finura. Tres mujeres: la madre, la hija y la nieta. Tres historias que, con los matices de las épocas, se repiten de forma inexorable. Tres migrantes que experimentan la pérdida de identidad.

La madre, interpretada por Verónica Oddó, sufre de Alzheimer. Hay escenas estupendas en las que se puede apreciar el drama que significa la incapacidad para reconocer nuestro rostro reflejado en una superficie. La escritora aprovecha la situación patológica del personaje para dejar en la mente de los espectadores procesos históricos distantes en el tiempo y en la geografía, pero que han devenido en desplazamientos de grandes masas humanas: los sucesos ocurridos en la España de la posguerra y los acaecidos en Europa en el año 1949 y el golpe de Estado en Chile en 1973.

La relación de una hija con una madre que tiene un deterioro cognitivo nos muestra lo difícil de esta situación. La vida familiar se trastorna por completo. La hija trata de tener paciencia; sin embargo, la actuación de Mimi Lazo nos muestra lo agotador que esto puede resultar. En estas escenas hay amor y desespero. Hay un sentimiento de impotencia al no poder lograr que la madre vuelva a la realidad.

En su actuación, Nina Rancel representa a una generación ligada a los videojuegos, a través de los cuales, sufre un proceso de despersonalización transitorio que le permite escapar momentáneamente de una realidad abrumadora. La tecnología y su importancia en las comunicaciones familiares de quienes hemos tenido que abandonar nuestro lugar de origen aparece en escenas cargadas de cierto humor negro.

Una de las cosas que más duele dejar es nuestra vivienda, en la que hemos tenido nuestro hogar, en la que hemos pasado momentos importantes.  Pero hay también un apego material y la verdad es que la casa no es más que un inmueble al que nos aferramos como si se nos fuera la vida en ello. La película tiene frases estupendas; una de ellas pronunciada por el personaje de Mimi Lazo: “Cómo es la casa a la que regresamos cuando ya no se puede regresar”.

El inmigrante que con su carga de añoranza recorre las calles de una ciudad que le es ajena, es capaz de detener su mirada en personas, objetos o situaciones que en otras circunstancias no lo haría. Estos personajes cargan con el dolor: el dolor de un hombro, el dolor de una rodilla, el dolor del desarraigo, el dolor de la soledad, el dolor de la culpa que no se tiene.

El final es magistral. Nuestras vidas se reducen a recuerdos, a pequeños detalles, a fotografías. Las cosas importantes de nuestra vida caben en una cajita. No hace falta una casa inmensa para meterlas.

La desmemoria es también una forma de morir.


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