Bastan pocas páginas para prenderse a la novela El niño que fuimos de Alma Delia Murillo y no soltarla hasta el final. Una imagen que es tomada en el puente de Brooklin y que se hace viral en las redes sociales es la escena que sirve para presentarnos a Román, quién junto a Óscar y María, son los personajes principales de esta obra. En ella el dolor y la ternura se entrecruzan igual que en una crizneja, regalándonos una escritura cálida, acercándose mucho al lector.
El regreso de Román a su ciudad natal, después de la imagen que ha difundido desde Nueva York, es el motivo perfecto para el reencuentro de tres viejos amigos que se criaron juntos en un internado de la Ciudad de México. El lector vuelve a convertirse en niño, llega a reírse con las travesuras de los personajes. Entremezclado con la dulzura, se expone el lado duro de los niños que han perdido a sus padres y han sido abandonados a su suerte por el resto de sus familiares, y de aquellos, cuyos padres no pueden mantenerlos por condiciones de pobreza extrema. Merece la pena destacar la reflexión que hace la autora a través de Óscar: “La herida de la orfandad era para siempre y era increíblemente poderosa, ¿qué sentido tenía resistirse a ella?”
Desde el presente, Alma Delia Murillo, nos lleva con regularidad al pasado de los personajes que es la causa de sus resentimientos con la vida, con los que los han tratado injustamente, de ese miedo a la soledad, a volver a la miseria conocida desde adentro. Es lo inhóspito de unas calles frías, cargadas de violencia y de pederastas, sin importar si son políticos o sacerdotes, lo que hace que para estos personajes perdonar sea difícil.
Resulta muy interesante el abordaje sobre el rol que juega la madre en los niños reivindicando la figura femenina, así como las huella que deja la ausencia paterna, con lo cual destaca la importancia de la figura masculina en el hogar. Esta novela contiene un profundo análisis social abordado con extraordinaria habilidad literaria. Desde sus páginas se condena a una sociedad que maltrata a los niños sin padres y se critica sin contemplaciones a una clase dirigente corrupta y desmoralizada.
Román, Óscar y María, se criaron en medio de la complicidad que solo es posible entre niños y sus vidas de adultos están llenas de ansiedad, temores y angustias, que no son más que el resultado de haber conocido el infortunio de la soledad desde muy pequeños.
Es también una historia de amores imposibles, el que Román sentía por Óscar, el que Óscar sentía por María, y que ella también sentía por él, sin que terminara de materializarse. A pesar de lo lacerante que puede ser la trama, no es menos cierto que las narraciones de la niñez están hechas desde la inocencia y la espontaneidad que solo un niño puede tener, eso le permite a Alma Delia Murillo conectar de forma directa con el lector.
Leerla es devolvernos a momentos de nuestra infancia, porque los niños con independencia de sus condiciones son siempre niños.
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