En Venecos (Páginas de Espuma, 2025), el último libro de Rodrigo Blanco Calderón, hay dos aspectos que destacan: la capacidad de observación del autor y su extraordinaria capacidad de análisis. La cotidianidad actúa como el hilo que, hilvanado a una aguja, atraviesa cada uno de los cuentos de los que se compone la obra. A partir de acontecimientos aparentemente irrelevantes, el lector disfrutará del mundo interior de los personajes, no importa si la historia se desarrolla en Madrid, Málaga, Caracas o en cualquier otra ciudad del mundo.

Se pasan las páginas y van apareciendo temas como los hijos, el amor, el desamor, las traiciones, el humor, las adicciones, entre otros. El alcoholismo lo trata como lo que es: una enfermedad. Diferentes películas y sus personajes son utilizados de manera oportuna para llegar al punto central de alguna de las historias. Palabras que se dicen y que parecen no tener importancia, son el desenlace de una trama, el final desafortunado de unos personajes. Los detalles se posicionan en el centro: un poema no leído o sencillamente no interpretado de manera adecuada, un beso que se esquiva, una tinta que se escurre de las manos y mancha la frente. Blanco Calderón vuelve una y otra vez sobre ellos, sobre los detalles que muchas veces son reveladores y que tantas veces son ignorados.

La virginidad, un concepto tan rígido teóricamente y tan frágil como un himen, Blanco Calderón la desnuda; más que una definición netamente anatómica, está ligada a la pureza espiritual y a la visión que se tiene del mundo: la virginidad se pierde varias veces.

Las historias de tres mujeres disímiles entre sí se ven cruzadas por un acontecimiento que cualquiera consideraría trivial: aprender a caminar con tacones es aprender andar por la vida.

«Café Rostand» tiene un final genial que el lector no se espera y que lo va a disfrutar por la forma en que está escrito.

No se suele pensar en la importancia individual de la alfabetización, pero en Venecos, donde los detalles no pasan desapercibidos, la tiene y mucha. En «Leer y escribir», el personaje se descubre a sí misma, juega con la compasión y conoce lo que es aceptar y ser aceptada.

Hay personajes que se hunden en el abismo de su mente y el ambiente narrativo crea una atmósfera que por momentos harán dudar si la historia se está desarrollando en un hospital psiquiátrico.  La mirada del lector recorrerá líneas en las que se describen unas matas de plátanos amargos, tan amargos como puede ser la existencia de quien no tiene la dulzura que emana de las mujeres.

Venecos: un libro excepcional.


0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *