Cuando tuve entre mis manos la novela Estupor y temblores de Amélie Nothomb (Anagrama, 2020), no me imaginé la fascinante historia que leería. Las vicisitudes de una descendiente belga, que logra conseguir un empleo en una empresa japonesa, sirven de contexto para mostrarnos la cultura nipona. Pero Estupor y temblores es mucho más.
Con una prosa impecable y amena, Amélie Nothomb narra la historia del personaje principal. Sometida a un trato vejatorio por parte de sus superiores inmediatos, destaca la actitud aparentemente sumisa de la protagonista, quien demuestra su extraordinaria fortaleza interior; logra de forma inteligente mostrar la pobreza espiritual de quienes han querido humillarla, llevándolos de manera imperceptible, con una elegancia revestida de humildad, a su terreno. La situación resulta muy interesante, diría que hasta ejemplarizante. Al respecto hay una frase que merece destacarse: “Conserva uno de los derechos más fundamentales: el derecho a soñar, a tener esperanzas”.
La historia de Japón queda plasmada subliminalmente a través del comportamiento de los empleados de la empresa. En los valores de la sociedad nipona están representados los conflictos en los que se ha visto envuelto el país asiático. Hay una diferencia abismal con los principios que rigen a la sociedad occidental. Para explicar algunas escenas y el comportamiento de la protagonista y de otros personajes, Amélie Nothomb escribe lo siguiente: “…existe una lógica en todo este asunto: los sistemas más autoritarios suscitan, en las naciones en los que se aplican, los casos más sorprendentes de desviaciones ─y, por eso mismo, una relativa tolerancia respecto a las excentricidades humanas más apabullantes─. “
Los japoneses que trabajan en la empresa son mostrados como seres de personalidades recias, para quienes el honor, la obediencia y el amor propio son valores fundamentales. La belleza es presentada no desde la apariencia física, sino desde los aspectos morales que son internalizados por la mujer nipona. Hay situaciones que para un occidental no tendrían ningún valor estético, para un nipón sí. La novela nos muestra una sociedad rígida, con una severidad tal, que según la perspectiva con la que se vea, raya en la crueldad.
La actitud de la protagonista es un canto a la esperanza. Más allá de la adversidad siempre hay una posibilidad, una ventana que se abra e inunde de luz nuestra vida; siempre habrá un cristal para admirar desde lo alto de un rascacielos una cuidad en Japón o en cualquier parte del mundo, para ver ese paisaje que se pierde ante nosotros, una metrópolis en la que nuestros deseos se tornen reales.
Estupor y temblores es una novela para distraerse y llenarse de optimismo. Leerla es agarrar fuerzas y continuar el camino de nuestra existencia con entusiasmo.
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