Albergar otra vida dentro del cuerpo es un hecho maravilloso; esa oportunidad solo la tienen las mujeres. No hay cómo rebatir un suceso de tal magnitud. Las mujeres poseen una singular excelencia: solo ellas, y nada más que ellas pueden ser madres. Pero ese acontecimiento puede ser tormentoso cuando lo que debía ser un motivo de alegría se convierte en un dolor emocional devastador. Este es el tema que aborda la escritora Anna Starobinets en su novela Tienes que mirar (Impedimenta, 2021).

La historia se desarrolla fundamentalmente en Moscú. Starobinets narra la dura experiencia que vivió al interrumpir un embarazo ya avanzado debido a una malformación renal del feto incompatible con la vida.  Existen sociedades indolentes con la mujer en estado de gravidez y más aún si el producto de la concepción no tiene posibilidades de sobrevivir llegado el momento del parto.

Esta novela deja claro la dolorosa incomprensión a la que se enfrenta la protagonista, quien vive un desafecto institucional, social, incluso familiar. Se comete el error de evitar hablar del tema, sobre todo una vez ocurrido lo inevitable, mientras tanto, la mujer sumergida en un mutismo íntimo, desierto, triste en sí mismo, se desgarra emocionalmente sola. Ella necesita conversar del niño que nunca verá reír, que nunca verá correr, que nunca vivirá, pero que, sin embargo, siempre llevará por dentro como únicamente una madre sabe llevar un hijo. 

El lector se enfrenta a la frialdad con la que algunos médicos se dirigen a sus pacientes, sin percatarse de que hablan con personas que necesitan un diagnóstico, pero también un mínimo de amabilidad en el trato y, en especial, un uso sutil de las palabras. No siempre ocurre de esta manera; por el contrario, la comunicación puede tornarse lacerante para la paciente. Como aparece en uno de los diálogos: “No hacen falta médicos para morir”

El papel de la religión puede tergiversarse. Merece la pena la frase: “Rezar es natural. Lo que es antinatural es cuando la oración y la medicina, el diagnóstico y la fe, intercambian sus posiciones.”

Con estupor, la escritora narra la búsqueda desesperada de ayuda psicológica. Se tropieza con insensibilidad, con incomprensión, con desconocimiento. Moscú se le convierte en una ciudad inhóspita donde no consigue auxilio. Los foros de internet, a veces, en vez de ayudar, pueden lastimar a quien ya está herido. Es en Berlín donde encuentra un hospital adecuado, desde el punto de vista médico y psicológico, para tomar la decisión de parir el producto de sus entrañas, a quien, por esos imponderables de la naturaleza, la vida le está negada.

Extraordinario que Anna Starobinets haya escrito sobre una realidad de la que poco se habla, y cuando se aborda se hace con miedo a recibir el rechazo de la crítica. Tienes que mirar no espanta a nadie; por el contrario, atrapa al lector. Es una disertación que nos enseña que los duelos hay que vivirlos, hay que elaborarlos. Los duelos, al igual que los miedos, no se evaden, se enfrentan. Es una lección para la vida donde las palabras, ¡siempre las palabras!, juegan un rol fundamental.


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