El matrimonio como institución, puede resultar difícil de comprender. Para que la unión de un hombre y una mujer, concertada mediante ritos o formalidades legales, se mantenga, deben confluir diferentes aspectos individuales y colectivos. El nexo fundamental de una pareja se supone que es el amor, pero todo depende como este se entienda. Lo que imaginamos como un idilio, puede no ser más que estar atrapados por años en una relación monótona mantenida por los convencionalismos y los compromisos sociales y familiares.

Aki Shimazaki en su novela Luna Llena (Tusquets Editores, 2022) establece una analogía entre las cigarras y el personaje de Fujiko, una anciana quien ha pasado la mayor parte de su vida casada con Tetsuo Niré. Ese matrimonio que ha perdurado en el tiempo representa para Fujiko una larga etapa como si, igual que una cigarra, estuviera sumergida bajo tierra. Logra la libertad cuando comienza a sufrir de Alzheimer. Una libertad tardía y triste en sí misma. Una libertad que Fujiko consigue al quedar encerrada en su mundo interior. Desde el extravío de la memoria de su mujer, Tetsuo Niré, descubrirá situaciones impensables para él.

No deja de resultar asombroso que en un matrimonio, tras largos años juntos, los cónyuges descubran que, en muchos aspectos, son dos perfectos desconocidos. Hay verdades desveladas a destiempo, verdades inútiles que van desde el gusto por la música clásica hasta las infidelidades mutuas.

Debido a la demencia de Fujiko de un día para otro solo reconocerá a su esposo como su novio; por lo que, deberán instalar unos biombos que aíslan las camas en las que duermen en la habitación de la residencia para ancianos donde viven. Esas mamparas representan por parte de Fujiko una barrera simbólica que antepone con un pasado asfixiante. Un hecho lamentable para su esposo. Ya no es posible tener un matrimonio más allá de los convencionalismos. Es tarde.

La historia avanza y Tetsuo Niré descubre que su mujer estaba al tanto de sus infidelidades. Pero un hecho que ignoraba salta a la luz: una noche de luna llena, Fujiko también tuvo una aventura con un extraño y como consecuencia de aquello quedó embarazada. Meses después nació su único hijo varón. Un vástago que recibió con enorme alegría, simplemente por ser del sexo masculino. Previamente habían tenido dos niñas. Ese hijo que idolatra, que ha criado como si lo hubiera engendrado, ahora Tetsuo Niré descubre que no es su padre biológico. Los sentimientos y los aspectos biológicos quedan colocados uno frente al otro.

A pesar de su demencia, Fujiko conserva los recuerdos lejanos, los de su infancia. En Luna Llena la ancianidad es una forma de llegar de nuevo a la niñez.


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