La originalidad es uno de los aspectos que a veces nos impacta en la literatura. Hay temas que nos lucen cotidianos, triviales; sin embargo, cuando los encontramos en una novela y nos damos cuenta de la forma en que no los narran y las implicaciones que tienen, nos percatamos de lo interesante que pueden resultar. Las incidencias de un grupo de comensales habituales, y todo lo que de ellos observan y saben los camareros de un prestigioso restaurante de Oslo, constituyen la trama principal de El Camarero (Duomo ediciones, 2021) de Matias Faldbakken.

La novela se desarrolla siempre dentro del restaurante, y hasta el mobiliario cobra relevancia. Los cuadros, las vajillas, cada recuerdo representan el esplendor de una época, el prestigio de un pintor, el glamur de una clase. La historia del local, donde funciona el negocio, contribuye a darle un aire de prestancia al establecimiento. La atmósfera que logra crear el autor expone la frivolidad de los clientes que, día tras día acuden al restaurante. De una manera imperceptible los trabajadores reconocen en las personas que allí acuden, su superficialidad, el vacío desgarrador que esconden en su vanidad, en sus gustos, no solo por lo gastronómico. Llegan a tener un perfil psicológico de cada uno y descubren esa huella particular, en cierta forma íntima, que define a cada personaje.

El protagonista es un dedicado camarero que ejerce su oficio con orgullo. Cuida hasta los mínimos detalles, cada cubierto, cada copa de vino, cada plato. Es de destacar la descripción de su cuerpo, las posturas que adopta cuando labora, la forma en que se inclina a la hora de servir, que representan el orgullo por lo que hace, pero al mismo tiempo es el ocaso lento y triste de su propia vida.

Los globos oculares del protagonista es lo que le permite no perder detalle de cuanto sucede. Se fija en especial en la expresión de las caras, esas caras, que dicen tanto. Bien lo escribe Faldbakken: “Con la edad la cara se ve cada vez más dominada por la propia cara”.

Los personajes de El Camarero representan a una sociedad consumista y superflua que es arrastrada por una especie de remolino para confluir en un punto en común, los clientes y quienes les sirven coinciden en sus propias miserias.

Esta obra está escrita de forma amena y algunas de sus escenas resultan cargadas de humor. No deja de sorprender las similitudes en el comportamiento humano, a pesar de las diferencias geográficas, económicas y culturales.


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